Page 111 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
puesta por su cuenta. ¡Y bonito va a ser el trabajo que tendrá!
En esto hay alguna consolación. Esta noche estoy muy contenta
porque mi querida Lucy parece estar bastante mejor.
Realmente creo que ya ha doblado la esquina, y que los
problemas motivados por su sonambulismo han sido superados.
Estaría completamente feliz con sólo tener noticias de Jonat
han... Dios lo bendiga y lo guarde.
11 de agosto, 3 a. m. No tengo sueño, por lo que mejor
será que escriba. Estoy demasiado agitada para poder dormir.
Hemos tenido una aventura extraordinaria; una experiencia muy
dolorosa. Me quedé dormida tan pronto como cerré mi diario...
Repentinamente desperté del todo, y me senté, con una
terrible sensación de miedo en todo el cuerpo; con un sentimien
to de vacío alrededor de mí. El cuarto estaba a oscuras, por lo
que no podía ver la cama de Lucy; me acerqué a ella y la bus
qué a tientas. La cama estaba vacía. Encendí un fósforo y des
cubrí que ella no estaba en el cuarto. La puerta estaba cerrada,
pero no con llave como yo la había dejado. Temí despertar a su
madre, que últimamente ha estado bastante enferma, por lo que
me puse alguna ropa y me apresté a buscarla. En el instante en
que dejaba el cuarto se me ocurrió que las ropas que ella llevara
puestas me podrían dar alguna pista de sus sonámbulas inten
ciones. La bata significaría la casa; un vestido, la calle. Pero
tanto la bata como sus vestidos estaban en su lugar. "Dios mío",
me dije a mí misma, "no puede estar lejos, ya que sólo lleva su
camisón de dormir." Bajé corriendo las escaleras y miré en la
sala. ¡No estaba allí! Entonces busqué en los otros cuartos
abiertos de la casa, con un frío temor siempre creciente en mi
corazón. Finalmente llegué a la puerta del corredor y la encontré
abierta. No estaba abierta del todo, pero el pestillo de la cerradu
ra no estaba corrido. La gente de la casa siempre es muy cuida
dosa al cerrar la puerta todas las noches, por lo que temí que
Lucy se hubiera ido tal como andaba. No había tiempo para
pensar en lo que pudiera ocurrir; un miedo vago, invencible,
oscureció todos los detalles. Tomé un chal grande y pesado, y
corrí hacia afuera. El reloj estaba dando la una cuando estaba
en la Creciente, y no había ni un alma a la vista. Corrí a lo largo
de la Terraza Norte, pero no pude ver señales de la blanca figura
que esperaba encontrar. Al borde de West Cliff, sobre el muelle,
miré a través del puerto hacia East Cliff, con la esperanza o el
temor, no sé cuál, de ver a Lucy en nuestro asiento favorito.
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