Page 73 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
¡Imagínatelo! ¡TRES proposiciones en un día! ¿No es terrible?
Me siento triste, verdadera y profundamente triste, por dos de los
tres sujetos. ¡Oh, Mina, estoy tan contenta que no sé qué hacer
conmigo misma! ¡Ytres proposiciones de matrimonio!
Pero, por amor de Dios, no se lo digas a ninguna de las
chicas, o comenzarían de inmediato a tener toda clase de ideas
extravagantes y a imaginarse ofendidas, y desairadas, si en su
primer día en casa no recibieran por lo menos seis; ¡algunas
chicas son tan vanas! Tú y yo, querida Mina, que estamos com
prometidas y pronto nos vamos a asentar sobriamente como
viejas mujeres casadas, podemos despreciar la vanidad.
Bien, debo hablarte acerca de los tres, pero tú debes
mantenerlo en secreto, sin decírselo a nadie, excepto, por su
puesto, a Jonathan. Tú se lo dirás a él, porque yo, si estuviera
en tu lugar, se lo diría seguramente a Arthur. Una mujer debe
decirle todo a su marido, ¿no crees, querida?, y yo debo ser
justa. A los hombres les gusta que las mujeres, desde luego sus
esposas, sean tan justas como son ellos; y las mujeres, temo, no
son siempre tan justas como debieran serlo. Bien, querida, el
número uno llegó justamente antes del almuerzo. Ya te he ha
blado de él: el doctor John Seward, el hombre del asilo para
lunáticos, con un fuerte mentón y una buena frente. Exteriormen
te se mostró muy frío, pero de todas maneras estaba nervioso.
Evidentemente estuvo educándose a sí mismo respecto a toda
clase de pequeñas cosas, y las recordaba; pero se las arregló
para casi sentarse en su sombrero de seda, cosa que los hom
bres generalmente no hacen cuando están tranquilos, y luego, al
tratar de parecer calmado, estuvo jugando con una lanceta, de
una manera que casi me hizo gritar. Me habló, Mina, muy direc
tamente. Me dijo cómo me quería él, a pesar de conocerme de
tan poco tiempo, y lo que sería su vida si me tenía a mí para
ayudarle y alegrarlo. Estaba a punto de decirme lo infeliz que
sería si yo no lo quisiera también a él, pero cuando me vio llo
rando me dijo que él era un bruto y que no quería agregar más
penas a las presentes. Entonces hizo una pausa y me preguntó
si podía llegar a amarlo con el tiempo; y cuando yo moví la ca
beza negativamente, sus manos temblaron, y luego, con alguna
incertidumbre, me preguntó si ya me importaba alguna otra per
sona. Me dijo todo de una manera muy bonita, alegando que no
quería obligarme a confesar, pero que lo quería saber, porque si
el corazón de una mujer estaba libre un hombre podía tener
esperanzas. Y entonces, Mina, sentí una especie de deber decir
le que ya había alguien. Sólo le dije eso, y él se puso en pie, y
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