Page 74 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  se veía muy fuerte y muy serio cuando tomó mis dos manos en
                  las suyas y dijo que esperaba que yo fuese feliz, y que si alguna
                  vez yo necesitaba un amigo debía de contarlo a él entre uno de
                  los mejores. ¡Oh, mi querida Mina, no puedo evitar llorar: debes
                  perdonar que esta carta vaya manchada. Es muy bonito que se
                  le propongan a una y todas esas cosas, pero no es para nada
                  una cosa alegre cuando tú ves a un pobre tipo, que sabes te
                  ama honestamente, alejarse viéndose todo descorazonado, y
                  sabiendo tú que, no importa lo que pueda decir en esos momen
                  tos, te estás alejando para siempre de su vida. Mi querida, de
                  momento debo parar aquí, me siento tan mal, ¡aunque estoy tan
                  feliz!
                         Noche, "Arthur se acaba de ir, y me siento mucho más
                  animada que cuando dejé de escribirte, de manera que puedo
                  seguirte diciendo lo que pasó durante el día. Bien, querida, el
                  número dos llegó después del almuerzo. Es un tipo tan bueno,
                  un americano de Tejas, y se ve tan joven y tan fresco que pare
                  ce imposible que haya estado en tantos lugares y haya tenido
                  tantas aventuras. Yo simpatizo con la pobre Desdémona cuando
                  le echaron al oído tan peligrosa corriente, incluso por un negro.
                  Supongo que nosotras las mujeres somos tan cobardes que
                  pensamos que un hombre nos va a salvar de los miedos, y nos
                  casamos con él. Yo ya sé lo que haría si fuese un hombre y
                  deseara que una muchacha me amara. No, no lo sé, pues el
                  señor Morris siempre nos contaba sus aventuras, y Arthur nunca
                  lo hizo, y sin embargo, Querida, no sé cómo me estoy adelan
                  tando. El señor Quincey P. Morris me encontró sola. Parece ser
                  que un hombre siempre encuentra sola a una chica. No, no
                  siempre, pues Arthur lo intentó en dos ocasiones distintas, y yo
                  ayudándole todo lo que podía; no me da vergüenza decirlo aho
                  ra. Debo decirte antes que nada, que el señor Morris no habla
                  siempre slang; es decir, no lo habla delante de extraños, pues es
                  realmente bien educado y tiene unas maneras muy finas, pero
                  se dio cuenta de que me hacía mucha gracia oírle hablar el
                  slang americano, y siempre que yo estaba presente, y que no
                  hubiera nadie a quien pudiera molestarle, decía cosas divertidas.
                  Temo, querida, que tiene que inventárselo todo, pues encaja
                  perfectamente en cualquier otra cosa que tenga que decir. Pero
                  esto es una cosa propia del slang. Yo misma no sé si algún día
                  llegaré a hablar slang; no sé si le gusta a Arthur, ya que nunca le
                  he oído utilizarlo. Bien, el señor Morris se sentó a mi lado y esta
                  ba tan alegre y contento como podía estar, pero de todas mane
                  ras yo pude ver que estaba muy nervioso. Tomó casi con vene




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