Page 25 - Vida de San Agustín
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El joven, que no se conformaba con lo poco ni su corazón se


                  lo permitía, trabajó y se sacrificó mucho para conseguir lo que

                  anhelaba. Para Agustín, era todo o nada. Además, sabía que


                  su ingenio estaba a su favor.




                  En los estudios encontró la puerta que lo conducía a donde

                  quisiera ir. Encontró al mejor maestro de aquel tiempo, al que

                  ya  había  visto  una  vez  en  una  cantina  hablándole  a  los


                  amigos de papá, y al que admiraba mucho. Con su simpatía e

                  inteligencia  consiguió  ser  discípulo  de  aquel  hombre  que


                  tenía mucha fama.




                  No paró de luchar. Sus estudios eran su comida y los amigos

                  su  debilidad.  A  medida  que  su  ingenio  se  abastecía  de


                  conocimiento, su cuerpo se acomodaba en el “confort” y en el

                  placer. Trabajo, fama, poder y placer lo retenían como a un


                  prisionero en aquel lugar; sin dejar por eso de sentir que algo

                  le faltaba. La fama llegaba a los oídos de sus padres y, lo que

                  para su madre debía ser una alegría, era motivo de llanto y


                  dolor.












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