Page 7 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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angustiada y Mónica fija en la oración. La partera con el
cuchillo listo para salvar la vida de un genio y Mónica, con el
Padrenuestro en la boca, lista para morir.
Patricio, que estaba en la cantina, soberbio como siempre,
experimentaba una angustia de rato en rato, como si presentía
que algo malo estaba pasando. Pero, –se decía así mismo–,
que era una angustia pasajera, debido al calor que hacía aquel
día. Ante la fatiga de este sentimiento el trago lo tomaba doble,
como ahogando algo que no podía explicar.
Cuando estaba en la cantina disfrutando de sus amores, no
había malestar ni presentimiento alguno que lo obligara a dejar
aquel momento. Sin conocer el estado de su mujer, sin saber
que el hijo de sus sueños sufría por ver la luz, consumía su
trago y disfrutaba del juego.
El jadeo del inquieto Agustín por nacer, el dolor de la madre
por salvarlo, el nervio de la partera para no matarlos y la
indiferencia de Patricio, sin saber lo que pasaba, era un
instante de alegría y zozobra. Dejaba huellas profundas en los
corazones confusos, de quienes vivían aquel momento.
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