Page 11 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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sus  maridos  atrevidos  y  poco  caballeros.  Muchas  se

                  admiraban de Mónica, cómo siendo su marido el más soberbio


                  de los hombres, a ella, no le tocaba ni un cabello. Ella guardaba

                  silencio,  aunque  su  rostro  delataba  el  secreto.  Con  su


                  paciencia, cariño y ternura hasta la peor bestia podía domar.

                  Para  los  hombres  como  era  la  costumbre,  los  momentos


                  privilegiados  para  compartir,  eran  en  torno  a  la  cantina:  ahí

                  estaban los juegos, las botellas y las caricias femeninas, que

                  no podían faltar. También ahí, o en otros lugares de reunión,


                  llegaban  personas  con  muy  buena  retórica  a  generar

                  discusión.




                  El  niño  Agustín  que  seguía  al  papá  se  quedaba  escondido,


                  viendo  por  la  hendija,  no  solo  el  mal  ejemplo  de  Patricio;

                  experto  en  disfrutar  de  aquellos  momentos,  sino  extasiado,


                  oyendo la elegante retórica de aquellos hombres que movían

                  la conciencia; incluso, de los más rebeldes a quienes no les


                  gustaba  pagar  el  impuesto.  Así  fue  que  el  pequeño,  un  día

                  escuchando  a  Maclovio,  un  orador  agudo  del  imperio,  se  le

                  ocurrió la brillante idea de estudiar retórica. Desde entonces,


                  buscaba la manera de conquistar ese sueño.












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