Page 89 - Desde los ojos de un fantasma
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UNA DE las maneras de entrar al barrio del Chiado en Lisboa es utilizar el
               ascensor de Santa Justa. Construido entre 1900 y 1902 por el ingeniero Raoul
               Mesnier du Ponsard, discípulo de Gustave Eiffel, el creador de la famosa torre

               parisina.

               A pesar de sus cuarenta y cinco metros de altura, el elevador de Santa Justa
               parece una construcción de juguete. Miles de piezas de metal, resortes, ligas y

               tornillos unidos por el capricho de un niño loco para formar una torrecilla por la
               que se desplazan, arriba y abajo, dos elevadores siempre atiborrados de turistas,
               que vienen de o van a la terraza que se encuentra en la cima.


               El techo de esa terraza está adornado por cuatro alegres banderitas. Tres son
               banderas reales: la de Portugal, la de la Unión Europea y la que exhibe el escudo
               de armas de la ciudad de Lisboa. La cuarta bandera en realidad no existe (aunque
               también puede verse ondeando en el techo de la terraza). La cuarta bandera no
               existe porque se trata de una bandera fantasma.


               Según una placa que se encuentra en la base del ascensor, los cimientos de la
               torre alcanzan una profundidad de casi cincuenta metros. Sin embargo esa
               información es ligeramente errónea. Los cimientos de la mole de Santa Justa
               están formados por una gigantesca red de túneles y galerías de estructura
               metálica. Esta red es tan extensa que se dice que uno puede entrar por los
               sótanos del ascensor y salir, después de cuarenta o cincuenta días de recorrido,
               muy cerca de los torniquetes de entrada de la torre Eiffel.


               De Lisboa a París sin ser tocado por la luz del sol.


               Puede que este último dato sea en realidad una presunción fantasmal. Lo que sí
               está comprobado es que exactamente debajo del ascensor de Santa Justa se
               encuentran las instalaciones de Espectra, una enorme fábrica en la que
               únicamente se elaboran un par de productos. Dos productos nada más pero
               ambos muy importantes para delinear la identidad de Lisboa y en general de
               todo Portugal: la saudade y los gallitos de metal que inundan las tiendas de
               recuerdos para turistas, gallitos que más tarde adornarán las repisas de las tías de
               los viajeros.


               —¿Qué le llevo a mi tía Águeda?
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