Page 91 - Desde los ojos de un fantasma
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Los nunos son los encargados de fabricar los gallitos. Llevan ese nombre en

               honor al desventurado que estuvo a punto de llegar a la horca. Aquel viajero se
               llamaba Nuno.

               Los nunos tienen forma humana aunque carecen de rostro. En el centro de lo que

               debería ser su cara tienen una pequeña boca, por la que surgen las siete mil
               doscientas palabras que, como mínimo, tienen que pronunciar cada jornada.

               Cinco palabras por cada uno de los mil cuatrocientos cuarenta minutos que tiene

               un día.

               Si no hablaran morirían de no decir. Igual que muere de hambre quien no prueba
               bocado. Aunque no solo es preciso que hablen: sus palabras deben ser

               escuchadas por alguien.

               La superficie de su piel es idéntica a la de la bola ocho del billar solo que más
               blanda. Parecería que son de marfil pero la consistencia de su cuerpo es plástica:

               tocar a un nuno es como tocar un globo excesivamente inflado.

               Compañeros inseparables de los fabricantes de gallitos son los languis, que se
               encargan de preparar la saudade. Son flacos y se encuentran perpetuamente

               extenuados. Lánguidos como sombras a punto de derretirse, de allí su nombre.

               La muerte de un langui se esconde tras el silencio. Como mínimo deben cruzar
               por sus oídos siete mil doscientas palabras diariamente. Si una fuerza los

               mantiene en pie es la eterna conversación que mantienen con su nuno de guardia.

               En Espectra hay un nuno por cada langui y un langui por cada nuno. Viven todos

               en perfecta simbiosis, conversando a lo largo del día para sobrevivir. La mayor
               parte del tiempo lo pasan sumergidos en el aburrimiento de la misma historia de
               siempre.


               Otras ocasiones discuten o filosofan.

               Y algunas veces son muy felices al enfrascarse en una conversación mágica que
               les revela cosas que jamás imaginaron que pudieran existir. Y, como en sueños,

               abandonan los sótanos del ascensor de Santa Justa y llegan a esas regiones que
               sus compañeros de guardia les regalan a través de la palabra. Entonces se
               pierden por callejones inexistentes; o trepan a nubes que se desplazan como aves
               gordas y pachonas; o se enamoran de mujeres imposibles y para conquistarlas
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