Page 96 - Desde los ojos de un fantasma
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—¡Quiero que el Consejo de Administración se reúna en cinco minutos en la

               sala de juntas!

               La orden de Míster Wilkins desató una serie de reacciones en cadena a lo largo y
               ancho, alto y bajo, del edificio.


               Un gigantesco murmullo recorrió todas las oficinas.


               El temor invadió a cada empleado de Smileys & Inc. & Inc. & Inc. Algunos
               hasta soltaron lagrimillas de desesperación.


               Se cuenta que a principios de la Edad Media era común que los dragones
               llegaran a un pueblo, y, a cambio de que no lo destruyeran con su aliento de
               fuego, los lugareños tenían que alimentarlo durante veintiocho días. El menú
               consistía en un habitante del lugar, catorce gallinas, una vaca y dos pasteles de
               manzana. Cada amanecer se elegía por sorteo a quien serviría de desayuno para
               el dragón. La tensión les destrozaba los nervios a los desdichados pobladores.

               Un ambiente muy parecido se vivía en el edifico de Smileys en los momentos
               previos a las reuniones del Consejo de Administración. Míster Wilkins, el ratón
               interrogativo, se transformaba en dragón hambriento y de un certero bocado
               devoraba las esperanzas de algunos de sus empleados.





               Todas las decisiones dentro de Smileys las tomaba Míster Wilkins. Cuando las

               cosas salían bien se autorizaba a sí mismo un aumento de sueldo del mil por
               ciento. Cuando las cosas salían mal, en lugar de reconocer su propio error,
               convocaba a una reunión del Consejo de Administración y para demostrar el
               malestar que sentía mandaba despedir a tres empleados al azar. El sistema era
               muy sencillo: Guapo, el perro chihuahueño del productor, estaba entrenado para
               destruir relucientes zapatos de ejecutivo. Así que antes de iniciar propiamente la
               reunión, dejaba que el animal se paseara por debajo de la enorme mesa de la sala
               de juntas buscando un suculento zapato al cual hincarle el diente.


               Los empleados tenían prohibido mirar hacia abajo, así que fingiendo
               tranquilidad se miraban unos a otros tratando de adivinar los rumbos por donde
               se movía el Guapo.


               Mientras tanto, Míster Wilkins, amo del cinismo, platicaba con alguno de los
               ejecutivos acerca del clima o fingía interesarse por su familia. Tarde o temprano
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