Page 99 - Desde los ojos de un fantasma
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—Wilkins Island, Terra Smileys y Guapoland.


               —Muy bien, muy bien… —respondió el productor fingiendo satisfacción. Le
               entregó su agenda al empleado y entonces comenzó una nueva serie de preguntas
               —: ¿Me podría decir en cuántos de esos países los Smileys están en primer

               lugar?

               Después de examinar la pantalla, el jefe de Logística dio una respuesta:


               —En ciento noventa y cuatro países.


               —¿Cuántos países nos falta conquistar?


               —Uno —tuvo que reconocer tímidamente el empleado.


               —Muy bien, muy bien… —continuó Míster Wilkins con el supuesto tono
               conciliador. Soltó los hombros del ejecutivo y comenzó a pasearse reflexivo por
               la sala de juntas mientras lanzaba frases inconexas—: Un solo país… Un país
               pequeñito… Portugal se llama… Un lugar casi insignificante… Una minúscula
               manchita en el mapa… Y resulta que ahí surgió alguien que nos está haciendo
               sombra… ¿Podría alguno de ustedes decirme si conoce a un cantante que se
               llama Juan Pablo?


               Nadie contestó pero, por la cara de duda que se instaló en cada uno de los
               ejecutivos, era claro que jamás habían escuchado el nombre de aquel músico.


               —Veo que no lo conocen, así que les explicaré entonces quién es nuestro rival
               —comenzó de nuevo el productor con su tono falsamente amigable—. Juan
               Pablo es un cantante de fado, un género musical rancio y anticuado que se
               escucha en Portugal —poco a poco Míster Wil kins elevaba el tono de sus
               palabras —. Ahora ocupa el primer lugar en las listas de popularidad, y si esta
               situación continúa por más tiempo los mandaré a todos ustedes a las minas de

               Guapoland… ¡Los Smileys tienen que ser número uno en cada rincón de la
               Tierra! ¡Número uno! ¡¿Entendido?!

               La última palabra del discurso del productor fue más el gruñido de una fiera que

               una pregunta. Los ejecutivos que no se desmayaron contestaron
               afirmativamente. Los que perdieron el conocimiento fueron despertados con
               pequeños bofetones una vez que Míster Wilkins abandonó la sala.
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