Page 95 - Desde los ojos de un fantasma
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—BUENOS días, Míster Wilkins —dijo el elegante elevadorista, pero Míster
Wilkins no contestó porque, además de ser un grosero, toda su atención estaba
puesta en las cifras que veía pasar por la pantalla de su agenda. Números que
representaban el nivel de popularidad que los Smileys tenían en las ciudades más
importantes del mundo.
Míster Wilkins acababa de aterrizar en el helipuerto de un altísimo edificio de
Nueva York o de Londres o de Lima (últimamente las ciudades eran tan
parecidas que lo mismo daba). Edificio que funcionaba como cuartel general de
Smileys & Inc. & Inc. & Inc.
Míster Wilkins no era ni pastelillo ni lámpara de pie ni peluca afro ni espejo que
hubiera ido pasando de generación en generación por una familia de mujeres
misteriosas ni bota de basquetbolista zurdo que pisa chueco ni corbata
combinada con elegante mocasín ni huevo engalanado… No, nada de eso.
Míster Wilkins era, simple y llanamente, un señor con cara de rata y cuerpo con
forma de signo de interrogación. Su fisonomía no dejaba dudas acerca de lo
retorcido y sucio de su espíritu. No era grato encontrarse con él y sin embargo en
aquel edificio todo mundo sonreía a su paso porque era el productor general de
la compañía.
Míster Wilkins entró en su oficina antes de ignorar el saludo de otros veintitrés
colaboradores. Seguía revisando los números y por su expresión de felicidad
todo parecía marchar muy bien.
—En Bélgica subimos ocho lugares… En República Dominicana, siete… En
Tokio rompimos récords… ¡Por fin alcanzamos el primer lugar en cada uno de
los países del mundo! —repetía lleno de emoción los resultados que iban
apareciendo en su agenda, pero de pronto llegó a una cifra que no le gustó en lo
más mínimo. Eran los resultados correspondientes a Portugal.
—¡Segundo lugar! ¿Perdimos el liderazgo en Portugal? Debe de tratarse de una
broma. ¿Quién demonios es Juan Pablo? ¿Fado? ¿A quién en su sano juicio le
puede gustar esa música antigua y aburrida?
Completamente fuera de sí le lanzó a su secretaria una orden por el
intercomunicador de su escritorio.