Page 90 - Desde los ojos de un fantasma
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—Pues un gallito.
Los gallitos son negros con adornos multicolores, los ojos casi siempre naranja y
de una profundidad misteriosa. Su cresta es roja, están apoyados sobre una base
circular y son millones los que se producen en la fábrica.
Estas pequeñas estatuillas nacieron en Barcelos, un pequeño pueblo portugués, y
su historia está llena de magia: según la leyenda, un peregrino que viajaba a
Santiago de Compostela fue acusado de un robo cometido en Barcelos. A pesar
de que no había pruebas en su contra, el viajero fue sentenciado a la horca.
Cuando lo conducían a la plaza del pueblo para cumplir su pena pidió como
última voluntad visitar la casa del juez que lo había condenado. Cumplieron su
deseo y cuando llegó, encontró al juez a punto de zamparse un delicioso gallo
asado. Entonces el peregrino, convencido de que no podía existir tanta injusticia
rondando por el mundo, exclamó que como prueba de su inocencia aquel gallo
se levantaría del plato y cantaría. En ese instante el milagro se cumplió (para
desgracia del pobre juez, que se quedó sin comida), el ave lanzó un potente
quiquiriquí, y un hombre justo se salvó de la muerte.
Años después el peregrino regresó a Barcelos para esculpir una cruz de piedra
que se conoce como el Cruzeiro do Senhor do Galo. En la base de la escultura
puede verse un bajorrelieve en el que se ilustra esta leyenda.
Y así nació una figurilla que es símbolo de buena esperanza y justicia.
La saudade, el otro producto que se fabrica en las entrañas del ascensor de Santa
Justa, es un licor oscuro que después de un complicado sistema de destilación se
envasa en botellas sencillas y se distribuye por toda Lisboa. La saudade es una
sustancia sentimental.
Un coctel en el que caben la tristeza, la alegría, la añoranza de lo que nunca
hemos tenido, el recuerdo de cuando fuimos felices, la luz de Lisboa y un
perrillo cojo que paseaba por allí.
Más o menos eso es la saudade.
Pero no es solo eso.