Page 84 - Desde los ojos de un fantasma
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—¡Es un gran trabajo el tuyo!


               —No me quejo, es divertido. Además continúo una tradición que en mi familia
               se remonta a varias generaciones. Somos creadores de palabras desde hace más
               de trescientos años. Mi abuelo, por ejemplo, creó la palabra televisor, que si te

               pones a pensar es una palabra muy bonita.

               —Una especie de transmisor de visiones.


               —También de mi familia proviene la palabra refresco, que es muy gráfica.
               Ultramarinos, que hace imaginar islotes misteriosos. Y el verbo agaligar.


               —¿Agaligar?


               —Quiere decir meterse la camisa dentro del pantalón.


               —Son palabras muy hermosas.


               —Pero no todo es felicidad para un creador de palabras: alguien tuvo que
               nombrar por primera vez la muerte, la enfermedad y el sufrimiento.


               —Esas son palabras que nadie quisiera tener que decir.

               —Hace ya cerca de tres años, cuando caminaba a las afueras de una ciudad gris,

               me vino a la mente una palabra que me dio mala espina.

               —¿Por qué?


               —No sé… —respondió Ricardo con gravedad—. Nada más pronunciarla supe
               que algo no andaba bien con esa palabra. Me da miedo pensar que algún día
               habré de encontrarme con su correspondencia real.


               —¿Cuál es?


               —Preferiría no decirla. Sería mejor que se quedara guardada para siempre.


               —Espero que nunca la encuentres —dijo Fernando.


               —Eso espero yo también —respondió abstraído el viajero. Era claro que aquella
               palabra misteriosa lo atormentaba profundamente.
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