Page 157 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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quedó otro camino más que transformarse de inmediato en un ginecólogo que

               utiliza ¡un tricornio multicolor!

               Yo sufriría un ataque de nervios si tuviera que pasar por algo así; por eso fui feliz
               al advertir que el ejemplar de Un dragón morado y otros contratiempos en el que

               me introduje no estaba siendo leído por nadie.

               ¿Que cómo lo supe? No preguntes, Arroyuelo transparente, esas cosas se sienten
               y punto.


               Pues bien, una vez dentro del libro caminé hacia arriba, doblé a la izquierda y
               llegué al café. Era una cabaña empotrada en un enorme roble. No se podía saber
               exactamente en dónde terminaba la construcción y en dónde comenzaba el árbol.

               Parecía que la cafetería formaba parte de la maraña de raíces que sostenían el
               tronco.

               Desde el primer golpe de vista me di cuenta de que aquel edificio tenía una clara

               influencia de la arquitectura élfica tardía. La fachada estaba pintada en tonos
               ocres y en el segundo piso de la construcción, cubierta por la sombra del árbol,
               había una terraza con vista a un lago. Un letrero en vertical anunciaba: El Tomo
               Olvidado.


               Pude ver que todas las mesas de la terraza estaban ocupadas, pero ninguna de
               ellas por Grete. Los personajes que allí tomaban café ensayaban sus diálogos o
               las expresiones que debían utilizar más adelante dentro de la novela. Otros se
               entretenían observando las carreras de lanchas de pedales que tenían lugar en el
               lago.


               La tranquilidad de toda la escena contrastaba con mi estado de ánimo, que poco
               a poco subía de tono. Nervioso, me acerqué a la puerta del café; antes de entrar
               me asomé por un ventanal y pude darme cuenta de que Grete estaba allí, en una
               pequeña mesa para dos personajes, pero por fortuna sin compañía.


               Cualquier otro fantasma impulsado por el poder de sus sueños habría entrado al
               café decidido a conquistar a Grete. Yo no. De alguna manera el famoso “Todos
               menos yo” seguía influyendo en mí.


               Lo primero que me pasó por siete mentes fue dar media vuelta, salir del libro e
               intentarlo dentro de unos ocho años. Sin embargo, el impulso de uno de mis
               cerebros empezó, como una chispa que se transforma en un incendio, a
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