Page 159 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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pasé junto al mesero sin siquiera rozarlo. En el instante en que estaba pensando

               que algo había fallado, a punto de detener mi levitación de espaldas, se produjo
               el siniestro: choqué de lleno, pero contra Grete.

               Le tiré el café encima e hice añicos una preciosa tetera. ¡Había salido mejor de lo

               que planeé!

               —Perdóname, venía distraído. Yo soy el más distraído —recalqué, para después
               agregar triunfante—: ¡Pero soy como soy! Indudablemente se podría afirmar que

               en cada momento de mi vida soy yo mismo.

               Mientras explicaba todo esto el camarero socorría a la pobre de Grete.


               —Soy muy descuidado. Con decirte que hice un cálculo para chocar contra el
               señor —confesé señalando al atento joven— y ya ves, quién sabe por qué vine a
               estrellarme contra ti.


               El mesero recogió el desbarajuste. Grete quedó de nuevo presentable (¡la verdad,
               siempre está presentable!). Y entonces, sin pedirle permiso, me senté en la silla
               desocupada de su mesa.


               —¿Nos conocemos? —le pregunté con toda la sangre fría que podían bombear
               mis corazones—. Como soy muy distraído no podría recordarte jamás.


               —No creo —me respondió secamente.


               Con este maravilloso diálogo me di cuenta de que la primera de mis cualidades
               estaba más que demostrada. Había quedado claro que era muy distraído.


               Casi sin transición alguna pasé al asunto de la presunción. Entonces comencé a
               hablar:


               —Soy Chong Lee, un fantasma interesantísimo. He trabajado mucho tiempo en
               la industria cinematográfica, conozco a mucha gente. Si un día este libro se hace
               película no dudes en hablarme, puedo enseñarte muchos secretos. ¡Soy lo
               máximo!


               Grete iba a decir algo, pero como yo sabía que no había tiempo que perder
               interrumpí sus palabras para demostrar la tercera de mis cualidades, el
               romanticismo:
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