Page 22 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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Podría escribir a continuación que sus padres lo quisieron mucho, que luego se
enfermó de las anginas, que a los veintitrés años se graduó como filólogo en la
Universidad de Salamanca, que murió rodeado de sus nietos y fin. Pero una vida
no es una larga hilera de asuntos blancos o negros, bellos u horribles, altos o
bajos. No, en una vida conviven al mismo tiempo momentos buenos y malos. Es
como un café con azúcar.
Entonces escribiré que, en efecto, sus papás lo quisieron mucho, pero estaban
preocupados por la tremenda cantidad de pañales que usaba. Y Daniel, desde su
pequeña conciencia de bebé, también quería mucho a sus papás, aunque estaba
preocupado por el vómito blanco que habría de soltar cada ocho horas por los
próximos cuatro o cinco meses, como mínimo.
Su mamá estaba enamorada de su papá, pero sufría la típica depresión posparto.
Y su papá estaba enamorado de su mamá, pero sufría porque era hipocondríaco y
juraba que una horrenda enfermedad le haría perderse los mejores años de un
hijo al que empezaba a querer por sobre todas las cosas.
Pero no vayas a creer que si la vida de esta familia se pudiera representar con un
quebrado (utilizando el matemático lenguaje que tanto le gusta a Javier, ¡ya lo
irás conociendo!), el quebrado sería así:
1/5 de amor + 4/5 de sufrimientos varios pero sobrellevables.
No, nada de eso. Los Isla estaban contentos con su vida.
Javier, por ejemplo, encontraba que su puesto de contador en una importadora de
tornillos de dos y media pulgadas era la cosa más divertida del mundo. Calcular
aranceles, impuestos, cuentas por cobrar y cartera vencida eran labores que lo
hacían temblar de contento.
Pagar era su vicio. Con decirte que el pulso se le alteraba de emoción al ver
llegar un sobre con un recibo adentro, no importaba si era de luz, de teléfono o
un estado de cuenta. El caso es que le estaban cobrando algo y eso era