Page 36 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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Niña con ligera debilidad por el chocolate amargo y los paseos en lancha solicita

               madre, de preferencia soltera, a la que le gusten la danza clásica y el futbol
               americano.





               Niño gordo busca padres flacos para intercambiar experiencias.






               Y así, cada futuro bebé colocaba en la solicitud sus necesidades particulares.
               (Como que siento que ya vas recordando algo.) Por eso los bebés casi siempre
               encajan muy bien en sus familias: ellos son la pieza que le faltaba al
               rompecabezas.


               Seguro que tampoco te acuerdas bien de los amigos que hiciste en aquella época,
               ni de las aburridísimas clases que tomaste para poder dar un primer llanto
               poderoso. Son cosas que para ti han quedado muy atrás. Casi olvidadas.


               Pero en ese casi se esconde la raíz de todos los miedos (y por fortuna, también
               de la fantasía). Por eso no abres con confianza la puerta de tu clóset. Por eso la
               oscuridad no es tu favorita. Porque en un rinconcito de tu memoria permanecen
               pequeños trozos de ese pasado y te sientes algo incómodo pues ya no sabes de
               qué se trata (pero te aseguro que si pudieras evocar todo aquel tiempo, pasarías
               del temor a la dicha).


               Los bebés tienen esas reminiscencias a flor de recuerdo y nada puede
               sorprenderlos. Digamos que aún caminan por el borde entre una realidad y la

               otra. Así que nosotros, los de mi familia, les parecemos algo común y se toman
               confianzas que no debieran.

               Además es un lío comprenderlos. Su forma de expresarse es como un licuado de

               lenguajes complicados y profundos. Toma una licuadora y métele el habla de un
               monje budista; agrégale las doscientas palabras más usadas de un filósofo
               presumido; rocíale una pizca del enigma de seis o siete paradojas griegas. Agita
               bien. Deja reposar. Después de dos horas salpica la mezcla con los movimientos
               de un contorsionista borracho y entonces tendrás allí, en el vaso de la licuadora,
               un brebaje muy parecido al lenguaje de un bebé.


               Porque no creas que se expresan con palabras concretas. En ellos cada
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