Page 26 - El secreto de la nana Jacinta
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Ñandá me secó los ojos y me sentó en sus piernas. Entonces abrió la mano y en
su palma brillaron dos pequeños objetos redondos que me deslumbraron con sus
hermosos destellos.
—Verás, mi niña, hace mucho, mucho tiempo llegó de tierras lejanas un barco
que encalló en nuestra costa. Sus tripulantes dijeron venir del Reino de en
Medio. En su barco, aquellos hombres de ojos rasgados y piel amarilla traían
hermosas telas, marfiles, pimienta, clavo, canela y muchos otros tesoros. Entre
ellos, Shin Hai, el capitán, guardaba estos dos pendientes de perla. Después de
varios días de estar en la playa y luego de que los alimentáramos con frutas,
semillas y hierbas, Shin Hai y sus hombres pudieron reparar su embarcación y
dejarla lista para volver a los mares.
”Antes de partir, y en agradecimiento por nuestra hospitalidad, Shin Hai me
regaló los aretes y me reveló el extraño poder de éstos. «Ñandá —me dijo el
capitán—, estas perlas vienen de Oriente; fueron pescadas por un viejo sabio que
reconoció su valor. Estos objetos preciosos que ahora ves tienen el calor de la
compañía y siempre que los conserves contigo te brindarán alivio y protección,
pero sobre todo, evitarán que te sientas sola.»