Page 116 - El sol de los venados
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Papá sonrió. Y yo pensé que papá tenía razón. Teníamos que crecer. No, a mamá
               no le gustaría que nos quedáramos pequeños. Ella me había dicho una vez que
               crecer no tenía que ver sólo con hacerse más alto, que había que crecer con la

               cabeza y también con el corazón.





               Por la tarde le pedí a Ismael que fuera a buscar el libro de poemas del escritor
               que había sido amigo de su papá. Nos sentamos a leerlo en la acera mientras,
               arriba, el cielo empezaba su danza del fuego.
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