Page 115 - El sol de los venados
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–¡Pues claro! –respondió papá.






               Tatá y yo nos miramos con los ojos brillantes. Apenas podíamos creerlo. Ya no
               tendríamos que lavar una montaña de vajilla al llegar de la escuela, ni ponernos a
               barrer la casa cuando el sol ni siquiera ha salido, ni planchar cuando ya es casi
               medianoche. Fanny nos cayó bien enseguida, no es para menos.






               Fanny se encariñó muy pronto con Nena, José y Monona, los tres empezaron a
               andar detrás de ella todo el tiempo. José la llama Ni.






               Con el fin de curso llegó el fin de la escuela primaria para Tatá y para mí. Una
               noche, papá nos anunció que nos iríamos de vacaciones a la hacienda del tío
               Raimundo. Nos pusimos contentos, pero no como cuando nos anunciaba un viaje
               a La Rochela.






               –¿Y por qué no vamos mejor a La Rochela? –le propuso Coqui.





               Papá lo tomó por los hombros y le dijo:






               –Este año no, Coqui. Me daría mucha tristeza ir allí sin tu mamá. ¿Recuerdas lo
               bien que lo pasamos cuando estuvimos con ella la última vez? Quizá más
               adelante iremos. Tenemos que crecer...






               –Tú ya eres mayor –le dijo el Negro.
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