Page 114 - El sol de los venados
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UN DÍA, LA ABUELA trató a papá de tacaño. Papá se puso furioso. Se gritaron.
               José y Monona se asustaron y se pusieron a llorar.






               –¡Déjenos tranquilos! –exclamó papá tomando a mis hermanos en sus brazos.






               –¡Eso es lo que voy a hacer! –dijo la abuela llorando.





               La abuela se encerró en su cuarto y, desde ese día, no se volvieron a hablar. Una

               semana después, la abuela se fue para La Rochela, a casa de la tía Albita. Tatá y
               yo nos aferramos a ella llorando el día que se fue.





               Nos quedamos solos con papá. La vida se ha vuelto mucho más dura para Tatá y
               para mí. Josefina viene a ayudarnos tres veces por semana, pero no es suficiente.
               Tenemos que cocinar, lavar, planchar, cuidar a los pequeños y, además, hacer las

               tareas que nos ponen en la escuela. Nena, José y Monona pasan los días en el
               vecindario mientras nosotras estamos en la escuela y papá en el trabajo. Un día
               van a casa de Ismael, otro a casa de la señorita Elvira, y a veces se quedan con
               Alicia, pero sólo cuando don Samuel no está, porque a él no le gustan los niños.






               Fanny llegó un día por la mañana. Tiene diecisiete años. Es hija de un campesino
               amigo de Pacheco.





               –Fanny va a ayudarnos de ahora en adelante –nos dijo papá.






               –¿Va a vivir con nosotros? –preguntó Tatá.
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