Page 113 - El sol de los venados
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LA TÍA ALBITA regresó a su casa un lunes por la mañana. Lloramos mucho
               cuando la vimos partir. Ella nos prometió volver pronto. No queríamos que
               volviera de visita, lo que queríamos es que se quedara con nosotros para

               siempre. La tía Albita es dulce como lo era mamá. No grita y le gusta hacernos
               reír. A veces hace tales muecas que ella, que es tan linda, se vuelve fea. Una vez,
               José se puso a gritar de miedo cuando la tía Albita se volteó los párpados del
               revés. La verdad es que parecía el mismo diablo.





               La abuela parece más triste desde que se fue la tía Albita. Ahora nos grita por

               cualquier cosa y se pelea todo el tiempo con papá. A veces, cuando entro en la
               cocina, veo que se seca rápido los ojos con la punta del delantal. La abrazo muy
               fuerte y le digo que la quiero.





               –Yo también te quiero, Jana, a ti y a tus hermanos, pero...






               –Pero ¿qué, abuelita?






               –Las cosas son muy difíciles con tu papá.






               No digo nada porque creo que no es sólo culpa de papá, sino también de la
               abuela. Mamá decía que ella servía de pararrayos entre los dos. Ahora que ella
               no está, me parece que no se pueden ni ver.
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