Page 183 - El disco del tiempo
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sol griego y espectáculos de bailarinas con monedas en las caderas. Regresó a
México con el reto ineludible de encontrar un empleo adecuado para un joven
historiador.
Los tres muchachos procuraron hacer un seguimiento en la prensa con respecto
al robo del Disco de Festos, pero al parecer, M. Kostas había sido fiel a su
política de discreción. El hecho no trascendió, ni siquiera una pequeña nota. Los
periódicos griegos publicaban en su sección de cultura encuestas de opinión de
los súbditos británicos con respecto a los mármoles del Partenón. Del Disco de
Festos, nada.
—Quiero suponer, Spoutnik —le decía en ese momento Philippe a su leal amigo
canino— que el buen profesor Dimitri abandonó su locura (su manía, en griego)
y como chico bueno reintegró el disco al museo. ¡Vaya que fue toda una
aventura! Te la perdiste por ser perro mon vieux. Pero en cambio, ¡toma esto!
Philippe hizo bola su vieja bufanda y se la aventó a Spoutnik, mientras regresaba
a la pantalla y al teclado de su computadora para hacer actualizaciones en su
sitio de internet.
El artículo que Nuria leía se llamaba “Une énigme archéologique du Caucause
Septentrional”, en la edición de internet de la revista L’Archéologue. Hacía
referencia a un sorprendente hallazgo en la República de Ossetia, en una ciudad
llamada Vladikavkaz.
Fue descubierto, en 1992, durante la limpieza de la cava de una mansión del
siglo XIX. Quién lo puso ahí, se ignora, pero quien lo encontró lo entregó al
Museo de Historia de Vladikavkaz. ¿Perteneció a un coleccionista?, ¿es una
falsificación? Misterio.
Se trata de un fragmento de terracota que remite a una forma discoidal y se
vincula necesariamente con el Disco de Festos, con la particularidad de que, en
este caso, los signos no fueron impresos con sellos, sino dibujados directamente
con algún objeto puntiagudo.