Page 30 - El disco del tiempo
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Al pasar la mano por la maravillosa piel del animal, al mirar el brillo de sus ojos

               y el resplandor argénteo de sus cuernos y pezuñas, Minos dudó. Era una pena
               que hermosura tal sucumbiera bajo la doble hacha, que el poderoso cuello se
               desangrara y los perfectos miembros del animal ardieran. Así que envió a la
               bestia magnífica a sus rebaños y sacrificó otro toro.


               Poteidan todo lo miró con sus ojos grandes, supo de la vanidad y avaricia de
               Minos, pero en ese momento no manifestó su reprobación para con las
               debilidades humanas del hijo de Europa.
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