Page 139 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Viernes 7 de agosto de 1942






               Faltan sólo una semana y un día para mi cumpleaños. Ese día entregaremos
               nuestro informe al almirante Salomón para que compruebe cuál ha sido nuestra
               participación en esta cruel guerra. Toda la tropa está muy entusiasmada por
               dicho evento, pues saben que es posible que varios seamos condecorados ese día
               por nuestras acciones de guerra.


               El único problema son las invitaciones que me ha dado la Generala. Son veinte y
               yo no sé qué hacer con ellas porque no pienso invitar a nadie. Y la tropa no
               necesita invitación. Voy a ver si las tiro o las quemo.


               Por cierto, hace un momento el cabo Ipana me dijo haber visto el fantasma de la
               enfermera Sofi Fuentes en el patio de la vecindad. Lo reprendí por creer en
               supersticiones pero luego confirmé que lo que me decía era cierto. Cuando
               bajamos a hacer nuestro patrullaje ahí se encontraba. Y no nos quitaba la vista de
               encima. Es posible que su alma en pena me atormente hasta el fin de mis días

               por haberle quitado la vida. Pero no me arrepiento pues cumplí con mi deber. El
               cabo Ipana dice que admira mi valor. Me da gusto porque es casi seguro que él
               también será condecorado el día 15.





               El viernes tampoco patrullamos. Cuando abandonamos la vecindad a la carrera

               para no ser molestados por Estrada y los demás niños, el Coronel estaba
               dispuesto a ocupar nuestra posición frente al cuartel enemigo. Pero no nos fue
               posible porque ya el ejército opositor se encontraba emplazado en la rotonda de
               los cañones.


               —Cabo, acerquémonos con cuidado. Que sean ellos los que disparen primero.

               —Sí, Coronel.


               Bola de Arroz estaba sobre un cañón con una de sus historietas. Cuando el
               Coronel se acercó a él, ni siquiera se inmutó. Estuvieron un buen rato sin decirse
               nada hasta que fue muy evidente que el Coronel se aburría y se puso a escribir en
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