Page 144 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Lunes 10 de agosto de 1942
¡Fuimos heridos en batalla!
¡Cuán horrible puede ser la sangre! Y más la propia.
El cabo Ipana lamentó no contar con una enfermera y yo le di la razón. Pero ni
modo, así es la guerra.
Además, fuimos despojados de nuestras armas. Una gran tristeza. El cabo Ipana
estuvo llorando todo el tiempo pero preferí no castigarlo por esta vez.
Jamás olvidaremos lo que ocurrió esa semana, cuando las acciones en el frente
se recrudecieron y todo cambió para nosotros.
El lunes, durante el recreo, Sofi Fuentes había buscado al Coronel pero éste,
orgulloso, había preferido ignorarla. Algo me decía que en la cara de Sofi existía
algo muy parecido a la tristeza. Ya no se le veía jugando y en muchas ocasiones,
tanto durante las clases como fuera de ellas, se le podía sorprender mirando al
Coronel. Sin embargo, preferí no decirle nada a mi superior por temor a que me
castigara con algún arresto.
Después, en la tarde, pasó lo peor. Salimos del cuartel a paso veloz por temor a
encontrarnos en el patio con el fantasma de la enfermera. Pero, para nuestra
sorpresa, el patio estaba vacío. Ninguno de los niños que molestaban al Coronel
y que solían reunirse para jugar al futbol se encontraba ahí.
Suspicaz, el Coronel me dijo que había que actuar con cautela y así lo hicimos.
Salimos a la calle, dimos la vuelta sobre Enrico Martínez y sin mirar hacia
ventana alguna, fuimos directo a la Ciudadela. Ahí resolvimos el misterio del
patio vacío: se encontraba así porque en la rotonda de los cañones estaban todos
los niños: Estrada, Tavo, Rodrigo y Moreno. Molestaban a Bola de Arroz; lo
empujaban de un lado para otro, y Bola de Arroz no se defendía.