Page 145 - Diario de guerra del coronel Mejía
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—A ver, chino mantecoso, quítame el trompo si puedes —decía Estrada, con el
trompo de Bola de Arroz en una mano y empujándolo con la otra.
Nosotros alcanzamos a ver, a la distancia, que el enemigo hubiera preferido huir
porque no miraba a los espías a la cara y tampoco intentaba defenderse. Era una
escena de lo más terrible, por eso nos acercamos sigilosamente. Nos fuimos
escondiendo detrás de varios cañones hasta que estuvimos muy cerca de ellos.
Tan cerca como para poder intervenir.
Era la oportunidad del Coronel para acabar con Bola de Arroz. Tomó una piedra
grande del suelo; acomodó la piedra en el rifle y, apoyándolo firmemente en el
cañón, apuntó.
El primer tiro del Coronel desde que iniciara la guerra.
El Coronel podrá decir muchas cosas respecto a ese primer tiro, pero yo sé que,
en realidad, estaba apuntando al trasero de Estrada, no a la panza de Bola de
Arroz.
El primer tiro de mi Coronel.
Todo un suceso.
Lamentablemente, la piedra salió volando chueca y el tirón de la resortera le
pegó al Coronel en un cachete. El rozón le produjo una pequeña rajada que le
hizo saltar la sangre.
—¡Aaaay! —gritó.
Y todos los niños voltearon hacia donde estábamos escondidos.
—¿Qué te pasa, Dumbo? ¿Qué pretendes? —arremetió Moreno.
Alguna vez, antes de la película del elefante volador, habían jugado al futbol
juntos. O a los encantados, o a cachar la pelota; se conocían desde el primer
grado. Y a Tavo y a Rodrigo los conocía aun desde antes, desde que eran más
chicos. Había ido a remar a Chapultepec con algunos de ellos, y al cine con
algunos otros. Pero ahora, por culpa de un estúpido apodo, todos ellos lo
desconocían, le hacían burla, lo empujaban de un lado para otro. Hasta que
consiguieron que cayera al suelo. Ni siquiera se habían dado cuenta de que el