Page 91 - Diario de guerra del coronel Mejía
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concluida la charla, a sabiendas de que en el momento en que el señor Mejía

               sacaba a relucir su largo nombre, era preferible marcharse antes que perder la
               discusión por agotamiento.

               El Coronel vio su oportunidad.


               —Papá, ¿en algún lugar del mundo hay flamencos, hadas y duendes?


               Subíamos ya a nuestro departamento, a la merienda con pan dulce y chocolate. Y
               el Coronel cuestionaba a su padre, aunque éste parecía tener la mente en otro
               lado.


               —Poncho, ten cuidado con ese rifle; no quiero que te vayas a pegar en un
               cachete como la otra vez.


               —¿Y sirenas? ¿En algún lugar del mundo hay sirenas?


               —Las dos orejas y el rabo. Como que yo estaba ahí cuando consiguió su
               alternativa. ¡ Ja! ¡Venirme a mí!


               —Papá, en ningún lugar del mundo hay osos grises que usen sombrero, ¿verdad?


               —Como que yo sé reconocer a un buen matador desde la última grada, con los
               ojos cerrados y vuelto de espaldas, ¡sí señor!
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