Page 94 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Viernes 10 de julio de 1942






               Esperaba la oportunidad de invitar a la enfermera Sofi a nuestra primera acción
               de guerra, puesto que podría haber algún herido en nuestro primer intercambio
               de metralla con el enemigo. Pero no hemos vuelto a ver a Bola de Arroz desde
               hace varios días y por eso no he podido.


               Además, hay otro problema. El problema es que la enfermera ha estado rodeada
               de espías todo el tiempo. Últimamente no sólo se junta con Goyita, sino también
               con los espías. El cabo Ipana ha estado un poco triste por esto pero yo le sigo
               diciendo que así es la guerra. Cuando ve a Sofi platicando con Estrada y los
               otros en el recreo me parece que le dan ganas de llorar pero yo lo reprendo
               porque los soldados no lloran. Y además, así es la guerra.


               La señora Fuentes ya se curó de su pie y hace los mandados de las tardes ella
               misma, así que es probable que no volvamos a escoltar a la enfermera Sofi
               Fuentes por las provisiones. Es una pena, pero bueno, así es la guerra.






               Por alguna razón, Estrada y su grupito se empezaron a llevar con Sofi Fuentes en
               el recreo. Y aunque el Coronel decía que no la había invitado a que se uniera a
               nosotros porque no tenía caso tener una enfermera en servicio si no había habido
               acciones de guerra, yo sé que no la invitaba porque la mayor parte del tiempo la

               veíamos jugando con los otros niños. Con Orrantia, sobre todo. La mañana de un
               viernes noté que los ojos del Coronel estaban muy brillosos y le pregunté a qué
               se debía. Me contestó molesto que se le había metido una basurita al ojo y no
               volvimos a hablar del tema.


               En esos tiempos las señoras casi siempre se arreglaban para salir a la calle, así
               fuera nada más para ir al mercado. Usaban medias de seda, zapatos cerrados de
               tacón grueso, postizos en el pelo, vestidos con hombreras y guantes hasta la
               muñeca (aunque para ir a los bailes usaban los guantes a medio brazo). No era
               difícil ver cómo al Coronel le dolía ver pasar a la señora Fuentes, tan guapa y tan
               arreglada, a hacer el mandado por sí misma. Casi hasta creí que lamentaba que
               se hubiera aliviado de la torcedura.
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