Page 20 - Escalera al cielo
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DE CÓMO FUISTE CRECIENDO A PESAR


                                                  DE LOS PESARES.







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                                      Tu boca, que no era boca, sino bocanariz,


                                    incapaz de succionar la leche que de su pecho

                                         tu madre te ofrecía. Tus labios, duros


                              como un par de uñas; labios congelados en una sonrisa.






                                  Había que alimentarte con una jeringa sin aguja,


                                     gota a gota, cada cuatro horas, día y noche.






                                   Había que mantenerte caliente con un foco rojo.





                                      Había que cuidar tus delicados bronquios.






                                       Tus dedos de los pies, largos y flexibles.






                                     Se llama aracnodactilia, a-rac-no-dac-ti-lia,
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