Page 15 - Escalera al cielo
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Te mirábamos desde atrás de un gran cristal,


                                 como niños ante el aparador de una tienda mágica.


                                              Te señalábamos anhelantes.


                                    Tú, tan contrahecha; nosotros, tan deshechos.


                                      Y no dormimos por conocer cada reporte:


                                    respira, late, llora, patalea; lucha por su vida.





                                   Una anciana de estatura breve como un suspiro,


                                     vestida con una bata azul abierta por detrás


                                   y una bolsa de suero a la que estaba conectada,


                                       paseaba por los pasillos, a media noche,


                                tarareando una melodía. Se detuvo junto a nosotros,


                                 después de un silencio y mirándote con ojos tristes,


                                         ella dijo: esa niña necesita un nombre


                                 para no morir; un nombre como tabla de salvación.

                                          Porque la vida es un peligroso río.


                                   Nada más escucharla, aquel sueño mío regresó


                              para mojar los pies de mi memoria. Supe que la anciana


                                tenía la boca anegada de razón. Ella entornó los ojos


                              y te señaló. De lo profundo de su pecho brotó un canto:


                                  Atototzin, no podrás morir, te llamarás Atototzin;
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