Page 55 - Escalera al cielo
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tres tapas de refresco, una bolita de goma,


                                     muchos pares de ojos, y cientos de pestañas


                            que abanicaban el ágil escamoteo: ¿dónde quedó la bolita?,


                                         ¿dónde quedó, joven?, dígame usted,


                                        a ver, damita inteligente y observadora,


                                   ¿dónde quedó la bolita? Tú te parabas enfrente


                                        y provocabas la curiosidad del peatón,

                             para que se detuviera. Ponías cara de ¡oh, qué maravilla!,


                                siguiendo, siguiendo con un ojo y luego con el otro,


                                         la bolita misteriosa que desaparecía,


                                       no sin antes hacer un guiño para incitar:


                                 aquí estoy, pon tu dedo sobre esta tapita de plástico


                                  y ganarás mucho dinero; pon tu dedo y un billete


                               y otro billete. ¿Dónde quedó la bolita?, ¿dónde quedó?


                                   Pero los incautos apostadores regresaban a casa

                                  sin quincena; secos y exprimidos de los bolsillos,


                                 mientras el muchacho y un escurridizo compinche


                                       hinchaban los suyos del papel maloliente


                             que al mundo mueve, y te arrojaban las sobras de su plato.






                                    ¿Pero qué hacía el tal escurridizo compinche
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