Page 115 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–Es que es genial, ¿verdad? –sonrió Álex–. A mí me cae genial.


               Eso me dio más rabia todavía. Estaba segura de que Sofía ni siquiera recordaba
               el nombre de Álex. Y, sin embargo, a él le parecía «genial». Todo le parecía
               «genial». Hasta yo, creo.


               En aquel momento entró en la habitación la madre de Álex. Lo hacía a menudo.
               Nos saludaba, husmeaba un poco por allí y se iba. Al parecer, ni ella misma se
               creía que su hijo tuviera una amiga. Yo aproveché la distracción para revisar lo

               que llevaba escrito:
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