Page 125 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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chándal a rayas y arrastrando por los pasillos mi gran bola de acero y mentiras.
–Tú no, Úrsula –me susurró, juraría que con algo de lástima–. Sofía Jenkins.
¡Sofía!
El murmullo apagado de la charla entre Sofía y Leanne pudo escucharse
perfectamente desde mi sitio en la primera fila, porque la clase entera se había
quedado muda y trataba de pescar frases sueltas de la conversación.
–¿Cómo se te ocurre publicar algo así? –le preguntaba en aquel momento la
maestra, agitando en sus narices un cuadernillo de hojas fotocopiadas que
llevaba en la mano.
–Es un reportaje de investigación, profe –contestó Sofía dócilmente. Por primera
vez, sus pendientes brillaban un poco menos.
–¿Un reportaje de investigación? Esto lo has hecho a mala idea. ¿No te das
cuenta del daño que haces? No puedes ir por ahí...
Leanne levantó la vista hacia nosotros y se dio cuenta de que todas nuestras
orejas la miraban. Entonces decidió seguir con la charla fuera y sacó a Sofía de
clase cogiéndola del brazo. Pero a esas alturas, todos habíamos comprendido que
la bronca tenía algo que ver con El Noticiero de Tercero, el periódico de clase
que salía cada dos meses. Un par de alumnos ya tenían un ejemplar y se
apresuraron a sacarlo de la mochila. Los demás nos agolpamos en torno a sus
pupitres.
Como suele ocurrir, el más tonto fue el último en enterarse. Así que solo cuando
todos hubieron saciado su curiosidad pude asomarme disimuladamente a una de
las mesas y, entre los cogotes y los comentarios de los demás, leer algo del
maravilloso reportaje que Sofía había publicado en las páginas centrales:
«UNA ESCUELA DE LOCOS», se titulaba.
Y debajo, en bonitas letras de imprenta: «Nuestra escuela cuenta con un Servicio
de Atención Psicológica para alumnos con problemas emocionales y de
conducta».
Seguía un largo artículo dedicado a explicar cuál es el trabajo de un psicólogo y