Page 144 - La vida secreta de Rebecca Paradise
P. 144
Álex se quedó pensativo.
–George me dijo –continué– que acababa de llegar de otro colegio. Y tú dijiste
que también Sofía venía de otro colegio.
–Sí, del Saint Patrick, uno de esos donde tienen piscina y muchos ordenadores.
–Y no me extrañaría que también tuvieran un periódico –reflexioné–. ¡Álex!
¿Crees que en internet podríamos averiguar algo sobre George?
–Si conoces su apellido...
–¡George Deveraux! No es un apellido común.
–Entonces, quizá sí, pero como no podemos usar el ordenador de tu padre...
–¡Qué pesado te pones con el ordenador de mi padre! Insistes tanto que no voy a
tener más remedio que dejarte usarlo –le dije con pinta de ofendida, pero
sonriendo.
Trasladé el ordenador a mi cuarto con tanto cuidado como si se tratase de una
primera edición de las obras de Shakespeare. Álex lo encendió y se puso a
bucear en internet.
–George Deveraux –dijo al fin–. Pues aparecen unos cuantos en el buscador...
Nos pusimos a investigar mano a mano y ojo a ojo.
El George Deveraux más famoso era un dentista que tenía su consulta en un
barrio de Boston y que te sacaba dos muelas por el precio de una. Nada.
También había unos cuantos George Deveraux estudiantes, incluso uno de
nuestra edad que había ganado el primer concurso de piano en una escuela de
Fráncfort.
Encontramos un George Deveraux de ocho meses de edad que ya tenía su propio
blog-glob: «Hola, me llamo Georgito y lo que más me gusta es mi manta de
elefantes y el biberón que me prepara papá. Aún soy muy llorón y...». Madre
mía. La de cosas raras que hacen algunos padres. Hasta lo habían apuntado a un
club de fútbol.