Page 139 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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               Te juro que llegué a casa decidida a contarle a papá lo del reportaje de

               investigación. Quería demostrarle exactamente qué tipo de persona era Sofía. De
               modo que tiré la mochila contra un rincón y fui directa a su despacho. Pero él no
               estaba ahí.


               Intrigada, me dirigí a su dormitorio. Allí, de espaldas a mí y frente al espejo,
               papá se retocaba el flequillo, se miraba desde diferentes ángulos y ensayaba en
               diferentes tonos una misma frase. Bastante tonta, por cierto:


               «Hola, ¿cómo estás?», decía con voz muy seria.

               «Hola, ¿cómo estás?», murmuraba con esa media sonrisa que tanto gustaba a
               mamá.


               «Hola, ¿cómo estás?», susurraba como si quisiera sacar a bailar al espejo.


               –¿Qué haces, papá? –pregunté.


               Papá me vio reflejada en el espejo y dio un respingo. Cuando se dio la vuelta,
               estaba colorado como un tomate. Como un tomate maduro. Como un tomate
               maduro pisoteado sobre nuestro felpudo color tomate.


               –Ah, Úrsula, ¿qué tal te ha ido? Te estaba esperando. Tienes puré y salchichas en
               la cocina. Luego bajarás donde Álex, ¿verdad?


               –Pues no sé.


               –Pero si bajas casi todos los días...


               –Entonces puede que hoy solamente «casi baje» –repliqué con mala uva.


               –Bueno, estaría bien que bajases, porque yo voy a salir.


               –¿A salir? ¿Ahora? ¡¿Adónde vas?!
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