Page 170 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–¿Como cuáles?


               –Pues mentiras como «he sacado un diez en Biología» o «mi abuelo es
               millonario». Esas mentiras son fáciles de creer. En otro montón puso las
               mentiras que nadie creía. Por ejemplo, «tengo un perro que pone huevos» o «en

               realidad soy una bruja».

               –¿Y qué hizo con ellos?


               –Verás, se dio cuenta de que las mentiras que todos creían solo la hacían sentirse
               mala. Y se dio cuenta de que las mentiras que nadie creía solo la hacían sentirse
               tonta.


               –¿Y qué hizo con los montones? –insistí.


               –Quemó el primer montón. Dejó que se hiciera ceniza.


               –¿El segundo no?


               –No, el segundo no. Las hojas con mentiras que nadie creía las cosió y fabricó
               un libro, un libro de historias tontas al que puso por título Las fabulosas mentiras
               de una niña sin nombre. ¡Y se convirtió en un gran éxito editorial! La niña se
               hizo famosa y la invitaron a una librería de Nueva York a firmar ejemplares de
               su obra. La ciudad le gustó tanto que allí se compró un apartamento, justo
               encima de una cafetería donde servían unos dónuts estupendos a medio centavo.


               –¿Y ya está? ¿La historia acaba con la niña comiendo dónuts, feliz y contenta?


               –¿Quién ha dicho que fuera feliz?


               –Tú has dicho que se hizo famosa.


               –Que fuera famosa no quiere decir que fuera feliz. Al contrario, no era feliz
               porque seguía diciendo mentiras.


               –¡Pero si se deshizo de todas las mentiras que contaba!

               –De todas no. Se olvidó de las más importantes.


               –¿¡De cuáles!?
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