Page 175 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Puré de alcachofas
Por favor, no te enfades.
Quizá esto te sorprenda, pero antes, hace unos cuantos capítulos... se me ha
escapado una mentira.
Mi padre no conduce naves espaciales.
Tampoco es que me lo haya inventado por completo. De algún modo, podría
decirse que mi padre sí conduce naves por un espacio oscuro a gran distancia de
la superficie terrestre. Solo que es una gran distancia hacia abajo y no hacia
arriba.
Mi padre es conductor del metro.
Lo cual, en realidad, siempre me ha parecido estupendo. Gracias a él conozco
ciertos secretos de la ciudad subterránea. También tengo un abono a mi nombre
que me permite viajar gratis a cualquier parte. Y, sobre todo, si papá no hubiera
sido conductor de metro, nunca hubiera llegado a conocer a mamá.
Yo lo recuerdo perfectamente. Lo recuerdo como si hubiera estado allí.
Aquella mañana en la que yo aún no existía, mamá llegaba tarde a su empleo en
el Museo Metropolitano. Corrió y corrió todo lo que pudo para alcanzar el metro
de las 8:08, que era el último que le permitía llegar puntualmente al trabajo.
Pero, cuando llegó, las puertas del tren ya estaban cerrándose. Mamá, enfadada,
propinó un taconazo sobre el suelo del andén. Papá la vio por el gran espejo
retrovisor de su cabina. Y, para que te hagas una idea del tipo de mujer que era,
papá no tuvo más remedio que enamorarse perdidamente de aquel reflejo
enfadado y, en vez de poner el tren en marcha, abrió de nuevo la puerta frente a
la que estaba mamá. Solo aquella puerta. Antes de entrar, mamá le dedicó una
sonrisa al espejo. Fue una bonita manera de declararse.
Claro que hicieron falta muchas otras mañanas de miradas a través del retrovisor