Page 171 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–De las mentiras que ella misma se creía.
Observé a George. Me impresionó ver sus grandes ojos tristes tan de cerca,
mirando al suelo mientras hablaba en voz baja. Él continuó:
–Mentiras como «soy una mentirosa y siempre seré una mentirosa». De esas no
se deshizo porque ella siempre pensó que eran verdades.
Empujé las gafas sobre mi nariz.
–¿Cómo termina la historia?
–No sé. Desde que se fue a Nueva York, es más difícil saber de la niña sin
nombre.
–¿Y si consiguiera deshacerse de esas mentiras que ella misma se cree? ¿Qué
pasaría? ¿Ganaría el juego?
–Supongo que sí.
–¿Y qué ganaría?
George estalló en una carcajada pequeñita, pero al final lo pensó un momento y
contestó:
–No lo sé, Úrsula. ¿Un nombre, quizá? Un buen nombre que le gustase de
verdad.