Page 231 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–Y no quiere explicarnos por qué –remató Thomas.


               –Es que no tengo que dar explicaciones –se envalentonó Sofía–. Yo soy la
               directora, y si digo que no se hace el reportaje, no se hace. Es una pérdida de
               tiempo. Ni siquiera creo que Rebecca Paradise pertenezca a este colegio. Es todo

               una casualidad, y de todos modos, cualquiera puede conseguir un pintaúñas
               verde.

               –¡Pero Sofía! –imploró Thomas–. Si la propia Rebecca ha medio confesado en el

               blog que este es el Gran Colegio Paradise. Incluso ha insinuado que me conoce.
               ¡Seguro que es uno de nosotros!

               –Bueno, ni siquiera sabemos si es una persona de nuestro curso. No creo que a

               nuestros lectores les interese la historia. Es una mala idea y punto.

               Lavender, que llevaba un rato callada y aparentemente tranquila, en realidad solo
               estaba reuniendo motivos para volver a estallar:


               –Y si era una mala idea, ¿por qué le dijiste a todo el mundo lo de la pintada en el
               baño, eh? Pues para darte publicidad, para que la gente se muriese de ganas de
               leer «tu reportaje». Porque, como siempre, el reportaje lo firmarías tú y solo tú, a

               pesar de que Thomas y yo hacemos la mitad del trabajo.

               –Bueno, pues si no te gusta... ¡haz tú otro periódico!


               –¡Pues mira, es lo que voy a hacer!


               –¿Queréis callaros las dos? –suplicó Thomas.


               Aproveché el breve silencio que se produjo para intervenir:


               –Bueno, por si mi opinión os sirve de algo...


               Entonces los tres me miraron y, por primera vez, parecieron darse cuenta de
               quién era yo en realidad. O, más bien, de quién no era. Yo no era nadie. Estaba
               claro que mi opinión no les interesaba un pimiento, pero aun así continué:


               –... yo tampoco creo que el reportaje sobre Rebecca deba escribirse.


               Lavender me miró de los pies a la cabeza durante unos segundos.
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