Page 234 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–¡También dijiste que las amigas se cuentan las cosas!


               –Tienes razón.


               Leanne suspiró, abrió la puerta del porche y me cedió el paso. Parecía
               avergonzada. Tal vez sí que quería ser de verdad mi amiga. Y de mi padre.
               Caminamos en contra del viento helado en silencio, hasta que ella volvió a
               hablar, algo más animada.


               –A partir de ahora podríamos ser sinceras la una con la otra... sin mentiras, ¿no?


               –Bueno –contesté. Sabía que me costaría, pero tampoco quería que mis
               montones de mentiras terminaran por volverse más altos que yo.


               Ella me sonrió.


               –Abrígate –dijo entonces y, sin pedir permiso, me abrochó el primer botón del
               abrigo, como solía hacer mamá–. O pescarás otro resfriado.


               «El resfriado», pensé. En un segundo, el viento había hecho volar la última
               mentira de mi primer montón y me la había arrojado a la cara. Me acordé de
               George y de la niña sin nombre.


               –Oye, Leanne... Ese día que falté a clase...


               –¿El día del catarro?


               –Sí. Bueno, no –me armé de valor–. No estaba acatarrada.

               –¿Y dónde estabas? –Leanne se detuvo en medio de la calle y dejó de sonreír.


               –Primero prométeme que será un secreto.


               –Bueno, yo...


               –Prométemelo. Las amigas se cuentan secretos, ¿no? Tú lo dijiste. ¿Me lo
               prometes?


               –Bu-bueno –balbuceó Leanne–. Supongo que sí. Sí, te lo prometo.


               –No quería ir a clase y me fui yo sola por ahí –dije sencillamente–. Por lo de la
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