Page 265 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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Dos tazas de café
Avancé sin apresurarme por el pasillo de casa mientras agitaba mi llavero para
meter mucho ruido.
No quería arriesgarme a sorprender otra vez a papá y Leanne juntos.
Por suerte, la luz fluorescente de la cocina estaba encendida, y allí vi a Leanne
tratando de abrir nuestra vieja cafetera. La que nos regaló nuestra malvada
exvecina Scrooch y que venía cerrada con tanta fuerza que, a pesar de ser vieja,
seguía estando nueva, como mi cuaderno.
–Hola otra vez, Úrsula. ¿Ya estás aquí?
En realidad era yo la que debía preguntar eso. ¿Cómo se las arreglaba para llegar
siempre antes que yo a mi casa? Qué diablos, ¿no éramos amigas? Iba a
preguntárselo:
–Tú sí que has llegado muy pronto, ¿no?
–Ah, es que salí enseguida del colegio porque tu papá fue a recogerme en coche.
Muy bonito. Mi «papá» prefería recoger en coche a mi profesora antes que a mí.
O a su novia. O a mi madrastra. Bueno, daba igual. Me conformaba con que no
me obligaran a llamarla «mamá» en clase. O sí, ¿por qué no? ¿Qué más daba ya
todo? Yo seguía siendo la niña sin nombre, así que ¿por qué preocuparse de
nada?
Dejé a Leanne forcejeando con la cafetera y decidí ir a mi habitación sin saludar
a papá, pero papá estaba sentado en el comedor con la tele encendida y no hubo
manera de zafarse.
–Holaaa... –saludé, cruzando la alfombra como un relámpago.
–¡Eh, eh! –me paró papá, apagando la tele–. Alto ahí, señorita. Tenemos que
hablar.