Page 268 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–Y yo espero que no quieras enseñarme nada sobre niños. Tengo treinta como
ella en clase, ¿sabes? ¡Treinta! Y me parece que sé mejor que tú cómo tratarlos.
Entonces, papá pareció enfadarse mucho.
–Úrsula no es ninguna muñeca, así que te aseguro que no tienes en tu clase ni
uno solo «como ella» –luego se volvió hacia mí–. Haz el favor de dejarnos un
momento, hija.
Hay tiempos que no pueden medirse con horas o minutos. Y el tiempo que pasé
encerrada en mi habitación esperando a que papá y Leanne terminasen de
discutir solo soy capaz de medirlo con palabras. Con palabras sueltas que
llegaban del salón y se colaban por las rendijas de mi puerta. Palabras pequeñas
como «travesura» y «castigo», que apenas duran un segundo, y palabras enormes
como «padre», «educación», «culpa» y «mentiras», que duran siglos. Hasta mis
lombrices se negaban a salir de la tierra por no escucharlas.
Por fin, alguien llamó a mi puerta.
–Vuelvo enseguida, Ur –dijo papá asomando la cabeza–. Voy a acercar a tu
profesora a casa.