Page 267 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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hiciste novillos?


               –Sí –admití–. Es verdad.


               –Al menos no mientes. Así el castigo durará menos.


               –¡Pero es que Leanne no tenía derecho a contártelo!


               –Leanne me lo ha contado... –papá dio un largo sorbo de café a su taza, y
               entonces se dio cuenta de que estaba demasiado caliente–. ¡Ay! Leanne me lo ha
               contado simplemente porque es tu profesora y porque creía que era lo mejor para
               todos.


               –¡Pero ella me prometió que no te lo diría! ¡Me lo prometió como amiga!


               Leanne se cruzó de piernas a mi lado y trató de ponerme la mano en la rodilla,
               pero yo se la aparté de un manotazo.


               –Ay, Úrsula, sé que no lo entiendes, pero creí que si le ocultaba a...


               Papá dejó su taza de café sobre la mesa y se secó los labios con el dorso de la
               mano.

               –Un segundo... Leanne, ¿tú le prometiste a Úrsula que no me lo contarías?


               –Es que si no, no lo hubiera confesado, y tampoco tú te habrías enterado.


               –Pero se lo prometiste, ¿sí o no?


               –¿Quieres decir que preferirías no saber si tu hija se escapa del colegio?


               –¡Quiero decir que no deberías habérselo prometido en primer lugar! Y, en
               segundo, que no deberías haber roto tu promesa. Yo nunca lo hago.


               –¡Por favor! ¡Una promesa de niños!


               –Para mí y para Úrsula, una promesa es una promesa, y no me importa si yo soy
               mayor y ella una niña. Lo que prometo lo cumplo. Espero que sabrás entender
               eso.


               Leanne se levantó, muy acalorada. La taza le temblaba en las manos.
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