Page 18 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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—Se me quita solo —dijo, y enseguida cambió de tema—. Ven, quiero enseñarte

               algo.

               Le toma la mano. Lo lleva a la habitación que se encuentra al final de la escalera,
               a un lado del estudio.


               —Esta es mi recámara.


               Está decorada con muebles igual de antiguos: un espejo con ribetes de madera,
               un estante donde yacen varias muñecas, unas cortinas de terciopelo. La cama
               está impecable. Un reloj cucú cuelga de otra pared. Hay un quinqué sobre la
               mesa.


               —¿Jugamos? —propone Lucina.


               —¿A qué?


               —Al doctor —saca una caja que contiene navajas de afeitar, agujas, alfileres,
               jeringas de vidrio, hilo, una caja de cerillos y un frasco con una calavera.
               Camina hacia la cama y levanta la almohada. Tres o cuatro cucarachas negras
               salen a toda prisa. Lucina estira el brazo y con agilidad atrapa una de ellas. La
               sostiene entre sus dedos y le propone a Juan:


               —¿La descuartizamos?


               —¡Noooooo, me da asco! —exclama él, y enseguida mira hacia el lugar donde
               se hallan las muñecas y los osos de peluche. Observa que no tienen ojos.


               —Oye, tus muñecas y osos no tienen ojos. ¿Se les cayeron?


               —No, se los arranqué. Es mejor.


               —¿Mejor?

               —Para que no vean lo que pasa.


               Juan traga saliva.


               —¿Quieres ver mi colección de cráneos de gatos?


               —No, gracias.
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