Page 21 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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—Ya le ordené a Lucina que te prepare el cuarto donde te vas a quedar.
—No. Yo no me voy a quedar aquí. Tengo que regresar a mi casa. Si mi mamá
no me encuentra cuando vuelva de con la abuela, se va a volver loca
buscándome, pero gracias.
—Es que no te pregunto si quieres quedarte.
En ese instante baja por los escalones Lucina. Camina nerviosa. Esconde las
manos detrás de la espalda. Su madre la mira y le exige que se las muestre. Ella,
temblando, lo hace. La sangre fluye desde sus yemas: algunos dedos están en
carne viva, en otros se asoman las falanges.
—¡Niña! ¿Cuándo dejarás de comerte esas uñas? ¿Quieres pasarte el mes en el
sótano?
Lucina le entrega las tijeras a su madre. La señora las levanta por encima de su
cabeza y se acerca hacia Juan, cuyos dientes castañetean y cuyos ojos parecen
salir de sus órbitas.
—¿Ustedes están vivas? —pregunta Juan, titubeante.
Lucina esboza una sonrisa magnífica y siniestra. Pone la mano descarnada sobre
el hombro del niño y le susurra en el oído:
—A esta casa solo pueden entrar los muertos.