Page 26 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
P. 26

El señor que recogió los boletos parecía un prófugo del castillo. Una gran

               cicatriz le atravesaba la cara desde la frente hasta el mentón; tenía la cara
               huesuda y la lengua morada. Los muchachos subieron a un carrito que se
               deslizaba a través de rieles. Cada tres metros se sacudía, como si el motor
               careciera de fuerza para impulsarlo. Ambos se agarraban del barandal delantero
               para evitar golpearse.


               —Si esta cosa se sigue jaloneando así me voy a romper el hocico, güey —
               advirtió José.


               —Pues agárrate fuerte… ¡Mira! —apuntó a la derecha, donde una momia gorda
               salía de las sombras tratando de asustarlos, pero al levantar los brazos regordetes
               y llenos de celulitis mostraba unas pulseras de mujer y se le alcanzaba a notar la
               ropa interior.


               —¡Vieja cochina, hasta se le ve el brasier!


               El carro avanzó. Del techo cayó una araña de utilería con patas de peluche. José
               le tiró un puñetazo. Después, un fantasma se desplazó por el costado y fue difícil
               no concluir que solamente era una sábana con ojos acompañando un aullido.


               —La neta, dan pena.

               Se abrió un ataúd y un muñeco vestido de Drácula saltó del interior. José le
               arrojó un puñado de palomitas. Luego se abrió el piso y aparecieron culebras

               gordas y mansas que dormían orondas en una gran pecera rectangular. Pasaron
               de largo. Los reptiles ni se inmutaron.


               Al dar vuelta el carro, que apenas podía avanzar, un señor barrigón con saco
               oscuro y máscara de hombre lobo intentó asustarlos, pero Miguel y José solo lo
               miraron con lástima. El carro finalmente terminó el recorrido y ellos lo
               agradecieron. Bajaron más frustrados que del juego anterior. Miguel convidó a
               José a subir a la rueda de la fortuna.


               —¡Ni que fuéramos novios!


               —Vamos, para echar desmadre.

               —Se ve que se va a caer esa cosa.
   21   22   23   24   25   26   27   28   29   30   31