Page 177 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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LAS  CIUDADES  FENICIAS                   171


                              LAS  CIUDADES  FEN ICIA S
          La  situación  política  de  las  ciudades  fenicias  en  el  reino  persa  era  muy
      peculiar,  resultado  a la  par  de  su  emplazamiento  geográfico  y  de  sus  condiciones
      internas.  Estas  ciudades,  poderosas  por el  mar  desde hacía  varios  siglos,  carecían,
      sin  embargo,  de  las  ventajas  de  la  situación  insular,  casi  indispensables  para  las
      potencias  marítimas;  habían  sido,  por  turno,  presa  de  los  asirios,  de  los  babilo­
      nios y  de los persas.  Pero,  aisladas  casi  del  interior  del  país  por la  alta  cordillera
      del  Líbano  y  emplazadas,  además,  muchas  de  ellas,  en  lugares  de  la  costa  difí­
      cilmente  asequibles  a  la  influencia  directa  y  permanente  de  los  poderes  domi­
      nantes  en  tierra  firme,  estas  ciudades  lograron  mantener  su  propia  constitución
      y  su  antigua  independencia,  contentándose  los  reyes  persas  con  ejercer  sobre
      ellas  la  alta  soberanía  y  el  derecho  a  disponer  de  la  flota  fenicia.  Desde  la
      bancarrota  de  la  antigua  liga  marítima  ateniense,  las  ciudades  fenicias  habíanse
      sobrepuesto  a  la  rivalidad,  en  otro  tiempo  peligrosísima,  que  les  oponían  los  ;
      griegos en los  terrenos  de la  navegación comercial, la  industria y el  poder naval;  y
      tal vez nunca, ni en los tiempos de plena independencia de estas ciudades, llegaron
      las  mismas  a  alcanzar  una  actividad  y  un  bienestar  tan  grandes  como  ahora,
      bajo  la  dominación  de  los  persas,  que  brindaba  a  su  comercio  un  inmenso
      territorio  en  la  retaguardia.  Mientras  que  en  los  demás  países  anexionados  al
      imperio  persa  la  antigua  civilización  nacional  había  degenerado  o  caído  en  el
     'olvidó,'énTTmicía  seguían  vivos  el  antiguo  espíritu  comercial  y  el  tipo  de  liber­
      tad  que  exige  d   desanollo  del  comercio.  Tampoco  entre  los  fenicios  habían
      dejado  de  producirse  intentos  encaminados  a  desembarazarse  del  poder  del  gran
      rey;  pero  todos  estos  intentos  resultaron  fallidos,  a  pesar  de  la  debilitación  expe­
      rimentada  por  la  dominación  persa,  y  la  causa  de  ello  hay  que  buscarla  en  la
      organización interior  de  estas  ciudades  y,  más  aún,  en  el  marcado  particularismo
      de  sus intereses y  en los  celos  y  las  discordias  de  unas  contra  otras.  Cuando,  en
      tiempo  del  rey  Ojos,  Sidón  invitó  en  el  consejo  federal  de  la  Trípoli  a  las  otras
      dos  ciudades  principales  de  la  liga,  Tiro  y Arados,  a  que  tomasen  también  parte
      en  la  sublevación,  éstas  prometieron  que  prestarían  la  ayuda  que  de  ellas  se
      solicitaba,  pero  se  cruzaron  de  brazos  y  esperaron  pasivamente  el  final  de  una
      empresa  que,  si  prosperaba,  las  liberaría  también  a  ellas  y  que,  caso  de  fracasar,
      aumentaría  su  poder  y  su  comercio  a  costa  de  las  pérdidas  experimentadas  por
      Sidón.  Sidón  pereció,  fué  incendiada,  perdió  su  antigua  constitución  y  su  inde­
      pendencia  y,  a  lo  que  parece,  pasó  a  ocupar  su  lugar  en  el  consejo  federal  de  la
      Trípoli  la  ciudad  de  Biblos  o,  por  lo  menos,  empezó  a  prosperar  considerable­
      mente  a  partir  de  esta  época,  lo  que  le  permitió  desempeñar  en  lo  sucesivo  un
      papel importante junto  a Arados y Tiro.
          Las  nueve  ciudades  de  Chipre,  cuyas  relaciones  con  el  reino  persa  eran
      bastante  parecidas  a  las  de  las  ciudades  fenicias,  pero  a  las  que  sus  orígenes,  en
      parte helénicos, y su situación más  favorable les  hacían  sentir mayor  impaciencia,
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