Page 181 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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SITIO  DE  TIRO                      175

      perioridad  de  una  antigua  maestría  en  el  arte  de  las  máquinas.  El  dique  llegaba
      ya  al  canal  navegable;  los  tirios  emplazaron  en  la  parte  de  sus  altas  murallas  que
      miraba  a  tierra  la  mayor  cantidad  posible  de  artillería  y  empezaron  a  descargar
       una  granizada  de  dardos  y  piedras  contra  los  obreros  que  trabajaban  en  el  dique
       sin  protección  alguna,  mientras  que  las  trieras  de  los  tirios  les  hostilizaban
       duramente  por ambos lados.  Alejandro  mandó  levantar  al  extremo  del  dique  dos
       torres  revestidas  con  tabiques  protectores  y  con  pieles  y  provistas  de  lanzadardos,
       con lo  que  los  obreros  quedaron  a  cubierto  de  los  proyectiles  de  la  ciudad  y  de
       los ataques  de las trieras; las  obras del dique avanzaban  día  por día,  aunque  ahora
       con mayor lentitud,  por  ser  mucho  más  profundo  el  canal.  Los  tirios,  para  salir
       al paso  del  peligro,  decidieron  construir  un brulote,  del  modo  siguiente.  Llenaron
       de  leña  bien  seca  y  otras  materias  fácilmente  inflamables  un  barco  de  carga,
       sujetaron  al  galeón  dos  mástiles  y  ensancharon  todo  lo  posible  sus  bordas,  coro­
       nadas  de  paja  y  de  teas  incendiarias;  además  ataron  a  los  mástiles  dos  vergas,  de
       las  cuales  colgaban  unas  calderas  llenas  de  materias  rápidamente  inflamables;
       finalmente,  se lastró  todo  lo  posible la  parte  de  atrás  del  barco,  para  que  la  proa
       y  la  parte  delantera  emergieran  mucho  del  agua.  En  cuanto  sopló  viento  favo­
       rable, los  tirios  echaron al  mar el brulote;  algunas  trieras  se  encargaron  de  remol­
       carlo hacia  el  dique;  luego,  los  hombres  que  iban  a  bordo  de  él  prendieron  fuego
       al barco y a  sus  mástiles  y  corrieron  nadando  hacia  las  trieras,  que  con  todas  sus
       fuerzas  empujaban  hacia  la  punta  del  dique  aquella  gran  hoguera  flotante.  El
       brulote,  favorecido  por  un  fuerte  viento  noroeste,  cumplió  plenamente  su  come­
       tido;  pocos  momentos  después,  se  vió  arder las  torres,  los  tabiques  protectores,  y
       las  casas  de ramas  que  se alzaban al  extremo  del  dique,  al  paso  que  las  trieras,  al
       abrigo  del  dique  o  ancladas  delante  de  él  para  defenderse  del  viento,  frustraban
       con  su  artillería  todos  los  intentos  del  enemigo  para  extinguir  el  incendio.  Al
       mismo  tiempo,  los  tirios  hicieron  una  salida,  vinieron  remando  en  una  muche­
       dumbre  de  botes  a  lo  largo  de  la  bahía  y,  en  unos  instantes,  destruyeron  toda
       la  empalizada  que  había  delante  del  dique  y  pegaron  fuego  a  las  máquinas  que
       aún  quedaban  en  pie.  Esta  obra  de  demolición  dejó  desamparada  a  la  parte  del
       dique todavía no terminada y expuesta a los embates  cada vez más furiosos  de las
       olas,  lo  que  hizo  que  en  unos  momentos  se  viese  arrancada  y  arrastrada  por  el
       oleaje toda la parte  delantera  de la  obra.
         *    Se  ha  dicho  que,  después  de  este  revés,  que,  además  de  haberle  costado
       gran  número  de  hombres  y  todas  las  máquinas,  le  demostró  la  imposibilidad  de
        dominar  la  ciudad  de  Tiro  desde  tierra,  debió  renunciar  a  su  intento  de  sitio,
        aceptar  el  pacto  que  los  tirios  le  habían  propuesto  y  seguir  su  marcha  hacia  el
        Egipto.  Pero  esto,  dados  su  carácter  y  sus  planes,  habría  sido  algo  todavía  más
        imposible  que  la  conquista  de  la  isla.  Cuanta  más  poderosa  e  independiente  se
        alzase  Tiro  frente  a  sus  fuerzas  armadas  de  tierra,  más  necesario  era  humillar  a
        la  orgullosa  ciudad;  cuanto  más  dudoso  pudiera  parecer  el  resultado  del  asedio
        a las  personas  de  espíritu  pusilánime,  con  mayor  fuerza  tenía  que  triunfar  en  el
        empeño  Alejandro;  un paso  hacia  atrás,  un plan  fracasado,  una  medida  a  medias
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