Page 185 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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SITIO  DE  TIRO                       179

      puerto  sin que  nadie lo  advirtiera  y,  cuando  estaban  ya  cerca  de  las  naves  de  los
      príncipes  chipriotas,  fondeados  en  la  parte  norte  y  casi  sin  vigilancia,  los  embis­
      tieron  entre  un  gran  griterío  de  combate  y,  en  su  primera  acometida,  echaron  a
      pique la  pentera  de  Pnitágoras,  la  de  Androcles  de  Amatos  y  la  de  Pasícrates  de
      Curión,  empujando  a  los  otros  barcos  hacia  la  playa  y  empezando  a  destruirlos.
      Entre tanto, Alejandro, que aquel día  había  retomado a  sus barcos de la  parte  sur
      más temprano  que de costumbre y que había  observado en  seguida  todo  el movi­
      miento  que  se  advertía  delante  del  puerto,  al  otro  lado  de  la  ciudad,  había
      ordenado  que  las  tripulaciones  subiesen  a  bordo,  que  se  hiciesen  cargo  de  sus
      buques  cuanto  antes  y  que  la  mayor  parte  de  ellos  se  situaran  inmediatamente
      delante  del  puerto  sur  para  prevenir  una  salida  de  los  tirios  por  este  lado;  des­
      pués  de  lo  cual,  con  cinco  trieras  y  todos  los  quinquerremes  de  su  escuadra,  fué
      costeando  toda  la  isla  para  salir  al  encuentro  de  los  barcos  tirios,  victoriosos  ya
      en su empeño. Cuando éstos estaban delante de las murallas de la ciudad,  diéronse
      cuenta  de  la  proximidad  de  la  escuadra  mandada  por  Alejandro;  los  que  desde
      lo  alto  de  las  murallas  veían  lo  que  estaba  ocurriendo  les  hicieron  toda  clase  de
      señas  y  les  gritaron  para  que  viraran  en  redondo,  pero  el  ruido  del  comba­
      te,  que  proseguía,  les  impidió  oír  hasta  que  las  naves  de  Alejandro  estaban  ya
      encima;  los  barcos  tirios  viraron  y  remaron  a  toda  prisa  hacia  el  puerto,  pero
      fueron  pocos  ya  los  que  lograron  llegar  a  él;  la  mayoría  de  ellos  fueron  echados
      a  pique  o  salieron  del  encuentro  tan  deteriorados  que  quedaron  inservibles  para
      futuros  combates;  ya  casi  en la  misma  boca  del  puerto,  cayeron  en  manos  de  los
      macedonios  un  quinquerreme  y  un  cuatrirreme,  mientras  sus  tripulaciones  logra-
      bgn salvarse a nado.
          El  resultado  de  esta  jomada  tuvo  desastrosas  consecuencias  para  la  suerte
       de la  ciudad  sitiada;  con el  mar,  había  perdido,  en  cierto  modo,  la  explanada  de
      la  fortificación.  Ahora  las  naves  tirias  se  hallaban  inmovilizadas,  muertas,  en
       sus dos puertos,  que,  estrictamente vigilados por los  barcos  enemigos,  habían  sido
       bloqueados  por  los  defensores  de  la  ciudad,  cerrando  las  bocanas  con  cadenas,
       para  prevenir  un  asalto  por  mar.  Comenzó  así  el  último  acto  del  sitio,  en  que
       ambas  partes  rivalizaron  febrilmente  en  invenciones,  recursos  mecánicos  y  arte
       técnica,  superando  cuanto  se  había  conseguido  hasta  entonces,  tanto  por  parte
       de  los  helenos  como  del  lado  de  los  bárbaros.  Si  es  cierto  que  los  tirios,  reco­
       nocidos  como  los  más  grandes  técnicos  y  constructores  de  máquinas  del  mundo
       de  aquel  entonces,  desplegaron  la  inventiva  más  sorprendente  para  su  defensa,
       no lo  es  menos  que  los  ingenieros  del  campo  de  Alejandro,  entre  ellos  Diades  y
       Carias,  procedentes  de  la  escuela  de  Polieides,  dieron  pruebas  de  un  ingenio
       igualmente  fecundo  para  contrarrestar  las  artes  de  los  defensores  de  la  ciudad.
       Ahora,  después  de  tener,  con  el  dique,  un  punto  firme  de  apoyd  para  el  ataque
       y, además,  un  sitio  de anclaje bastante  seguro  para los buques  atacantes,  después
       de  limpiar  el  fondo  del  mar  y  de  abrir  paso  a  las  máquinas  demoledoras  para
       que  pudieran  acercarse  a  las  murallas,  era  cuando  comenzaba,  para  Alejandro,  la
       parte  más  trabajosa  y  más  difícil  del  asedio:  lo  único  que  le  quedaba  por  hacer
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